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25 de mayo de 2015

Proceso involutivo: de lo plurinacional a lo multicorporativo

(Roger Cortéz Hurtado).- Desarrollo aquí, brevemente, algunas nociones sobre los movimientos y organizaciones sociales, bajo el supuesto que sus relaciones con el régimen vigente en el país definen caracteres distintivos, propios y especiales de dicho régimen y de la fase actual del proceso democrático.

Antes de eso, me siento obligado a discrepar con algunas aseveraciones respecto a que el contenido y forma de la democracia estarían poco discutidos en el país y que la democracia se habría reducido a un puro ritual electoral. Sobre lo primero, estoy convencido que pocos pueblos han dedicado tanta energía, tan frecuente y sostenidamente como nuestro pueblo, no solo para debatir y entender lo democrático, sino para buscar y experimentar caminos de construcción de una democracia más sólida y perdurable.

La sobrevivencia de prácticas individuales y sociales de tipo autoritario, caudillista o corporativista, no anulan o liquidan esas prolongadas luchas por libertad, derechos y participación activa y consciente. Son contradicciones propias de la historia de construcciones colectivas y han generado aportes válidos para nuestra sociedad y para otras empeñadas en avanzar democráticamente.

El nuevo ciclo estatal (o constitutivo) vigente, cuyas bases se remontan a finales de los años 70 del siglo pasado, con la emancipación ideológica y política de la clase campesina (surgida de la revolución nacional de mediados de siglo) y su proceso constituyente, han permitido avanzar significativamente en la conquista, apropiación y ejercicio de nuevos derechos, ampliación de la libertad efectiva y participación para la gran mayoría de nuestra población.

Por lo anterior, la nuestra no es una democracia ritualista electoral, ya que, además de una sociedad celosa de su libertad y derechos, contamos con un electorado sagaz y exigente, muy capaz de distinguir sus necesidades y objetivos, sin enceguecerse por la propaganda partidaria.

Sobre los movimientos sociales, debo decir que la expresión de “gobierno de los movimientos sociales” utilizada por las autoridades es completamente engañosa, y apenas sirve para encubrir sus prácticas corporativistas, sectarias, corruptas y prorroguistas.

En nuestra experiencia histórica concreta los movimientos sociales son expresiones excepcionales, de acción abierta y declarada de masas que buscan la satisfacción de una reivindicación concreta o un conjunto limitado y preciso de ellas, al margen, o al menos de manera no dependiente, de cualquier organización de mediación política /sea esta partidaria, sindical o de cualquier otra manifestación del sistema de representación política).

Los movimientos sociales son distintos a las organizaciones sociales (sindicatos, asociaciones gremiales de todo tipo, ni sus coaliciones o entendimientos orgánicos), con las que frecuentemente se asocian. Los movimientos sociales aparecen cuando esas organizaciones sociales son débiles, o sencillamente fallan en canalizar demandas de sus representados. Sus relaciones con las organizaciones sociales son diversas y frecuentemente contradictorias.

El IPSP-MAS,, apareció inicialmente como una coalición de organizaciones sociales y movimientos sociales, pero se ha ido convirtiendo en un partido político convencional, coaligado con las dirigencias de las principales y mayores organizaciones sociales (de campesinos, colonizadores y de fracciones nacidas del campesinado y muy urbanizadas como los cooperativistas mineros, comerciantes populares, transportistas).

Recluta y mantiene la fidelidad de estas dirigencias, entregando y distribuyendo entre ellas cargos, privilegios, prebendas económicas, tolerancia con actividades irregulares (como las observadas en el Fondo Campesino), así como recursos naturales (yacimientos minerales, concesiones de diversa índole), equipo, maquinaria, créditos, subsidios, etc., etc.

Ha consolidado así un régimen de corte corporativo y bonapartista (es decir que mantiene la lealtad de sectores sociales como el campesino mediante un sistema de manipulación ideológica), que lo lleva a confrontar organizaciones sociales leales contra la contestarías (caso de campesinos contra indígenas) para, finalmente, abandonar el proyecto de construcción de un estado plurinacional, sustituyéndolo por uno de corte “multicorporativo”, en el que los egoísmos colectivos (propios de cada corporación) chocan con frecuencia con las necesidades e intereses del conjunto.

Al abrirse una coyuntura de escasez, con menos ingresos y recursos disponibles (por la merma del precio de nuestras materia primas exportables) se incrementarán las contradicciones entre grupos corporativos y se estimularán las desinteligencias internas del partido de gobierno, lo que obstaculizrá sus planes de prórroga indefinida en el ejercicio del poder.

Para resistir ese proyecto que envicia y estanca el proceso democrático es necesario: 1) recuperar la autonomía de las organizaciones sociales, democratizándolas y practicando internamente la transparencia y rendición de cuentas; 2) proteger nuestro ahorro colectivo de aventuras financieras oficiales (prebendas, proyectos faraónicos y contraproducentes como generadores nucleares, carreteras anti ambientales como la del TIPNIS) 3)estimular las demandas descentralizadoras y autonómicas de nuestra sociedad y 4) aplicar el control social a los partidos, cuando incumplan o defrauden la responsabilidad que tienen de seleccionar al mejor y más honesto personal para ejercer funciones y responsabilidades públicas.

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