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3 de septiembre de 2014

Medios dóciles y domesticados

La cautela paranoica de los recolectores de noticias y su deseo de aparecer “neutrales” favorecen el uso de un lenguaje que oscurece sus relatos y tiende a confundir a quienes estamos obligados a consumir sus mensajes, expone en el siguiente artículo el profesor universitario Roger Cortez Hurtado.


Medios dóciles y domesticados

Róger Cortez Hurtado
No se ha extinguido todavía la batahola que armó el Gobierno para enturbiar las evidencias y argumentos de que tiene bajo su directo control, de manera encubierta, a una extensa red de medios de difusión, cuando los acontecimientos demuestran que sin gran esfuerzo puede además dirigir a casi todos, incluyendo a los que son insospechables de estar digitados o influidos por el aparato estatal. 
Tiene que agregarse a lo anterior que los opositores se están desempeñando con una lógica que subraya y refuerza las ventajas con las que cuenta el oficialismo. La involuntaria predisposición de esos partidos depende, en primer lugar, de su incapacidad para distinguir cual es el objeto que verdaderamente se disputa en las elecciones, tema al que me he referido antes (http://eligesinmiedo.blogspot.com/2014/08/mutaciones-politicas-y-contrarreforma.html), por lo que concentraré mi atención sólo en como juegan “los medios” el juego del partido gubernamental.

Los hechos a los que me refiero son la cantidad, calidad y horizonte discursivo de la información sobre la campaña electoral, las elecciones y su desenlace. Comenzando con el tratamiento que reciben las encuestas y sondeos y rematando con los temas que encuentran mayor eco y amplitud de tratamiento, todo contribuye a construir un escenario miserable, donde el señalamiento y el debate de las cuestiones, problemas y desafíos mayores para el país, cuando no está ausente queda sumergido en los más recónditos sótanos informativos, ya que allá los desplaza el rugiente agitarse de las aguas que generan una tropa de escándalos y rumores que son los que copan los titulares y consumen el tiempo de presentadores y comentaristas.

Inclusive cuando se trata de informar sobre ráfagas ineludibles de coyuntura, como el apresamiento de un candidato opositor al Senado, nadie llega a informar con claridad y precisión sobre la acusación que persigue a la víctima y la debilidad jurídica extrema del procedimiento que se usa para sacarlo de circulación. La cautela paranoica de los recolectores de noticias y su deseo de aparecer “neutrales” favorecen el uso de un lenguaje que oscurece sus relatos y tiende a confundir a quienes estamos obligados a consumir sus mensajes.

La situación que vivimos dista de ser inevitable, porque existen grandes y verdaderos problemas sobre los cuales debatir, así como realizaciones y planes alcanzables, tanto de los que gobiernan, como de sus cuestionadores. Los grandes frenos para que esta discusión fluya y se abra espacio en todas las plataformas y escaparates que se le ofrecen son, en primer lugar, la reiterada decisión de los candidatos oficiales a no debatir con sus competidores, aferrándose a la vidriosa táctica de tratar de humillarlos y disminuirlos, al negar que tengan las condiciones y calidad suficientes que obligue a “descender” a la confrontación de ideas con ellos. 
El otro gran bloqueo que proviene de las filas de los que están re eligiéndose es la combinación de estruendo propagandístico que usan para promocionar “sus obras” y los hábitos represivos e intimidatorios que emplean contra cualquier candidato opositor que destaque por sus denuncias o propuestas, para lo que recurren a reactivar viejos juicios, o causas listas para usarse cuando convenga.

Es en este punto, donde prácticamente el conjunto de medios, incluyendo aquellos abiertamente críticos del régimen, entran en tropel a disputarse el primer lugar de quien sazona mejor los escandaletes, los prolonga y los retuerce. Esos reflejos están condicionados desde las más tempranas etapas de la preparación profesional hasta la rutina de las salas de redacción, donde se cultiva una altísima estima por lo bochornoso y una compulsión a moverse al compás de la agenda marcada por el poder. La proclamada independencia de todos ellos no sirve ni un poquito para tomar distancia y atreverse a sintonizar con las preocupaciones de quienes no digitan los hilos de las decisiones públicas.

Si la reforma de las organizaciones sociales, sindicatos y otras asociaciones civiles es parte central de nuestra atrasada agenda de reforma intelectual y moral, la de los medios es tanto más urgente, puesto que además de que con ella se juega el acceso a pistas y referencias para entender la realidad, está también de por medio el liberarnos del hondo aburrimiento y sensación de desaliento que se esmeran en transmitirnos.

Artículo tomado de https://www.facebook.com/roger.tezhur

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