(Alfonso Gumucio / Página Siete).- Sea cual fuere el
resultado del referendo, los bolivianos tenemos que manifestar sin ambigüedad
nuestra posición. No hay nada peor que el voto clientelista que no está
motivado por convicciones ideológicas y valores éticos, sino por la perspectiva
de seguir medrando en beneficio personal y no del país.
Tengo muchas razones para votar por el No, sin por ello dejar de reconocer que hace 10 años se inició un proceso de cambio que parecía devolverle a la población de excluidos un sentido de identidad, tiempo y lugar en la historia, y un horizonte de interculturalidad, democracia, respeto por el otro e igualdad de derechos.
Eso ya no existe, se esfumó. Sólo persiste un discurso oficialista hueco y mentiroso, que lo único que pretende es perpetuarse en el poder con todo lo que ello implica: deterioro de la justicia, persecución política, corrupción, contrabando, malversación de bienes del Estado y de los recursos naturales del país.
NO al continuismo de Evo Morales, que no deja que nadie, ni en su propio entorno, levante cabeza. "Cuando un líder político empieza a pensar que es indispensable y que no puede ser sustituido, comienza a nacer una pequeña dictadura”, dijo Lula. Al igual que Barrientos, Bánzer o Stroessner (ocho veces reelecto) y otros dictadores del mundo ratificados en el poder por voto popular manipulado, Evo Morales se proyecta como el "único” capaz de garantizar la estabilidad.
NO a la violación de la Constitución Política del Estado, porque es antidemocrático que esa Constitución, hecha a medida de Evo y aprobada de madrugada, mediante astucias politiqueras, ni siquiera la respete quien juró defenderla durante 50 años. Cada vez que le conviene al régimen, la cambia, como si fuera una camiseta de fútbol.
NO a la corrupción galopante que no tiene parangón en gobiernos anteriores, ni siquiera en las dictaduras militares. Santos Ramírez, el Fondo Indígena y CAMC son sólo la punta del iceberg que el Gobierno revela con cuentagotas cuando está contra la pared. Hay mucho más que irá saliendo como pus de una herida infectada.
NO al narcotráfico y a los cocaleros del Chapare que producen el 93% de la coca destinada a hacer droga. Se sienten impunes y gozan de beneficios tan asombrosos, como un aeropuerto internacional. ¿Ya nos hemos olvidado del general René Sanabria, excomandante de la FELCN, preso en Estados Unidos por narcotráfico? ¿Y el amauta que entronizó a Evo en 2005? ¿Y los narco-alcaldes? ¿Y San Matías?
NO a la persecución política que multiplica presos, exiliados y muertos como en tiempos de las dictaduras. Entre presiones y enfrentamientos, el Gobierno de Morales tiene encima más víctimas que Sánchez de Lozada. ¿Cuándo se desclasificarán los archivos de las dictaduras militares?
NO a la censura de prensa que pretende acallar a periodistas y establecer la censura y la autocensura mediante la compra de diarios y canales de televisión.
NO al uso arbitrario de bienes públicos en la campaña de Morales, que ya dura 10 años. El Ministerio de Comunicación, con un presupuesto mayor al de todos los gobiernos anteriores, se dedica exclusivamente a ensalzar la figura del "líder”.
NO al extractivismo que entrega reservas de petróleo y minería e hipoteca el futuro de los recursos naturales. Mientras en el discurso se manosea a la Madre Tierra, se reprime a indígenas que la defienden, como en el TIPNIS.
NO al prebendalismo que ha destruido a las organizaciones sindicales históricas, como la COB y la FSTMB, y corrompe día a día a los mal llamados "movimientos sociales”.
NO al conflicto de intereses de un presidente que no ha dejado la máxima dirigencia del MAS y de seis federaciones de cocaleros. ¿Qué intereses favorece?
NO al doble discurso mentiroso que autodefine al régimen "de izquierda” mientras mantiene la política neoliberal, capitalista, extractivista, represiva y clientelista.
NO a la megalomanía faraónica que usa el erario para regalarse un museo millonario en Orinoca, un palacio musoliniano en el casco histórico de La Paz, aviones de lujo y despilfarra 350 millones de dólares en un satélite de beneficios dudosos.
¿Ya hemos olvidado los 33 camiones de Juan Ramón Quintana, la extorsión de menonitas, los negocios del Vicepresidente, el tráfico de avales, de tractores y de productos de Emapa, y tantos otros hechos no investigados?
¿Qué parte del NO no se entiende? Si persistimos en la desmemoria somos cómplices.
Alfonso Gumucio Dagron es comunicador social, especialista en comunicación para el desarrollo. Tomado de
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