(Roger
Cortez Hurtado).- El hallazgo
de un campo que contendría suficiente petróleo para duplicar nuestras reservas
conocidas de crudo ha permitido que se manifieste sonoramente el alivio
gubernamental, por una buena noticia económica en medio de la proliferación de
malas y dudosas.
La
malhumorada declaración de un ex ministro de hidrocarburos que se apresura a
tratar de enfriar los ánimos, muestra que muchos políticos y tecnócratas contrarios
al régimen están muy lejos de encontrar el código apropiado para comunicarse
con las mayorías de nuestro país.
El equipo
gubernamental, más ducho en el arte y la ciencia de la comunicación pública, ha
exhibido, sin embargo, un marcado desgaste en sus técnicas, porque el forzado
triunfalismo de sus apreciaciones económicas, con que tratan de exorcizar las
dudas propias del descenso de los precios de nuestras materias primas, ha
minado implacablemente la confianza en sus declaraciones. Y lo mismo puede
decirse de los violentos cruces verbales de sus voceros, ante reclamos como el
de mayor presupuesto para la salud, que los saca de casillas.
Su
quisquilloso ánimo es consecuencia de la complicada tarea de preparar una ruta
crítica para el éxito de la estrategia dirigida a legalizar y legitimar la
tercera reelección del jefe de Estado, sin abortarla o estropearla por la
aplicación del plan de ajustes y recortes, que se sienten obligados a utilizar
para capear la coyuntura de escasez que atravesamos.
Las
turbulencias que han originado la supresión del subsidio a la harina, causando
la suba del precio del pan, y las que pueden acompañar la presión que están
ejerciendo hacia los comerciantes mayoristas de carne, o con los
cooperativistas mineros, pueden dispararse y concurrir en un solo escenario,
donde el proyecto de reelección se complicará necesariamente.
Las
decisiones económicas no van a dejar de enredarse más, porque aparte de que sus
responsables están conminados a mantener la apariencia de inmunidad a los
flujos internacionales, están obligados a preservar un cronograma de caras e
inciertas inversiones como las de la carretera por el núcleo del TIPNIS, una
costosísima centralita nuclear, vistosas y caras obras urbanas y otras, muy
útiles para proyectar una imagen de grandiosidad y para alimentar las fuente de
bonos y utilidades de la clientela política y corporativa, pero pésimas para
equilibrar las finanzas.
El problema
creciente de ese plan de gastos, destinado a mantener una fachada destinada a
alentar la ilusión de que avanzamos a toda prisa es que con fastidiosa
frecuencia, detrás del brillo y las luminarias, aparecen las enormes y feas
brechas en los servicios más básicos e importantes como la salud, la seguridad
y soberanía alimentaria, la calidad educativa, la administración de justicia,
la seguridad ciudadana y en especial la de nuestras mujeres y menores.
Si lo
anterior debe, encima, armonizarse con un apretadísimo cronograma de cambios
institucionales que abran el camino a una reforma constitucional, en la que se
tratará de mezclar la apertura de candados, con el perfeccionamiento de
herramientas de control de aparatos estatales y muy especialmente el judicial,
puede comprenderse que los arquitectos conceptuales del régimen estén con los
nervios de punta.
Pasar una
mano de barniz que cubra el decrecimiento de ingresos y disimule la frenética
búsqueda de nuevos tributos y aportes, favorece que las organizaciones sociales
clave en el sustento del régimen, profundicen su dinámica corporativa y exijan
ampliación de cuotas y privilegios, lo que impacta a su vez la unidad interna
del aparato político, que está mostrando fisuras cada vez más frecuentes y
evidentes. Las quejas del anterior ministro de Gobierno contra el viceministro
a cargo la seguridad pública representan exactamente eso y auguran mayores
desajustes.
En estas
condiciones la tercera reelección se hace cuesta arriba. Su ascenso se hará más
empinado todavía por las reacciones coléricas con que los funcionarios tratan
de ocultar, disimular o esconder los escollos que encuentran y las dificultades
que ellos mismos multiplican con sus explosiones de frustración.
Ahora, cuando más se requiere de sutileza y persuasión. los ajustes y la impaciencia empujan hacia el lado de la vociferación y los abusos.
Ahora, cuando más se requiere de sutileza y persuasión. los ajustes y la impaciencia empujan hacia el lado de la vociferación y los abusos.
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