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23 de junio de 2015

Reelección con ajustes y recortes

(Roger Cortez Hurtado).- El hallazgo de un campo que contendría suficiente petróleo para duplicar nuestras reservas conocidas de crudo ha permitido que se manifieste sonoramente el alivio gubernamental, por una buena noticia económica en medio de la proliferación de malas y dudosas. 

La malhumorada declaración de un ex ministro de hidrocarburos que se apresura a tratar de enfriar los ánimos, muestra que muchos políticos y tecnócratas contrarios al régimen están muy lejos de encontrar el código apropiado para comunicarse con las mayorías de nuestro país.
El equipo gubernamental, más ducho en el arte y la ciencia de la comunicación pública, ha exhibido, sin embargo, un marcado desgaste en sus técnicas, porque el forzado triunfalismo de sus apreciaciones económicas, con que tratan de exorcizar las dudas propias del descenso de los precios de nuestras materias primas, ha minado implacablemente la confianza en sus declaraciones. Y lo mismo puede decirse de los violentos cruces verbales de sus voceros, ante reclamos como el de mayor presupuesto para la salud, que los saca de casillas.
Su quisquilloso ánimo es consecuencia de la complicada tarea de preparar una ruta crítica para el éxito de la estrategia dirigida a legalizar y legitimar la tercera reelección del jefe de Estado, sin abortarla o estropearla por la aplicación del plan de ajustes y recortes, que se sienten obligados a utilizar para capear la coyuntura de escasez que atravesamos.
Las turbulencias que han originado la supresión del subsidio a la harina, causando la suba del precio del pan, y las que pueden acompañar la presión que están ejerciendo hacia los comerciantes mayoristas de carne, o con los cooperativistas mineros, pueden dispararse y concurrir en un solo escenario, donde el proyecto de reelección se complicará necesariamente.
Las decisiones económicas no van a dejar de enredarse más, porque aparte de que sus responsables están conminados a mantener la apariencia de inmunidad a los flujos internacionales, están obligados a preservar un cronograma de caras e inciertas inversiones como las de la carretera por el núcleo del TIPNIS, una costosísima centralita nuclear, vistosas y caras obras urbanas y otras, muy útiles para proyectar una imagen de grandiosidad y para alimentar las fuente de bonos y utilidades de la clientela política y corporativa, pero pésimas para equilibrar las finanzas.
El problema creciente de ese plan de gastos, destinado a mantener una fachada destinada a alentar la ilusión de que avanzamos a toda prisa es que con fastidiosa frecuencia, detrás del brillo y las luminarias, aparecen las enormes y feas brechas en los servicios más básicos e importantes como la salud, la seguridad y soberanía alimentaria, la calidad educativa, la administración de justicia, la seguridad ciudadana y en especial la de nuestras mujeres y menores.
Si lo anterior debe, encima, armonizarse con un apretadísimo cronograma de cambios institucionales que abran el camino a una reforma constitucional, en la que se tratará de mezclar la apertura de candados, con el perfeccionamiento de herramientas de control de aparatos estatales y muy especialmente el judicial, puede comprenderse que los arquitectos conceptuales del régimen estén con los nervios de punta.
Pasar una mano de barniz que cubra el decrecimiento de ingresos y disimule la frenética búsqueda de nuevos tributos y aportes, favorece que las organizaciones sociales clave en el sustento del régimen, profundicen su dinámica corporativa y exijan ampliación de cuotas y privilegios, lo que impacta a su vez la unidad interna del aparato político, que está mostrando fisuras cada vez más frecuentes y evidentes. Las quejas del anterior ministro de Gobierno contra el viceministro a cargo la seguridad pública representan exactamente eso y auguran mayores desajustes.
En estas condiciones la tercera reelección se hace cuesta arriba. Su ascenso se hará más empinado todavía por las reacciones coléricas con que los funcionarios tratan de ocultar, disimular o esconder los escollos que encuentran y las dificultades que ellos mismos multiplican con sus explosiones de frustración.
Ahora, cuando más se requiere de sutileza y persuasión. los ajustes y la impaciencia empujan hacia el lado de la vociferación y los abusos.


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